Por: Juliana Abaúnza
Ilustraciones: Susana Velasco
Empecé a tener acné más o menos a los 15 años, la edad normal. Y aunque nunca tuve la cara completamente brotada, siempre tenía algo. Había semanas en las que estaba bien (con una o dos espinillas) y de repente se me brotaba mucho un lado de la cara. Asumí, por mi edad, que eran los cambios normales de la adolescencia.
Después pasaron los años y vi que a mis amigas sí les dejaron de salir granos y a mí en cambio nunca se me quitaban. Así llegué a los 27 años. ¡Doce años de mi vida con granos en la cara! Desesperante. Frustrante. Triste. Nunca he tenido muchos problemas de autoestima pero es difícil sentirse completamente bien con uno mismo si hay acné. No digo que la única forma de ser bella sea teniendo una piel de porcelana, pero yo lo que quería era una piel normal. No perfecta, normal.
Durante todos esos años desde mi adolescencia hasta mi adultez, los dermatólogos que me veían me mandaban las típicas cremas y lociones de ácido salicílico. Pero esas aunque a veces sí ayudaban a secar algunos granos, realmente no solucionaban el problema de raíz. Además de eso, de tanto echarme cremas y lociones limpiadoras antiacné, mi cara terminó reseca. Era una adulta de casi 30 con acné y además con piel reseca.
Por eso, entonces, a los 27 años decidí ir a donde un dermatólogo y le dije: «Por favor no me mande cremas que me sequen la cara. Lo que yo quiero saber es por qué me salen granos. Cuál es la causa». Él me envió un montón de exámenes de sangre, entre esos, exámenes para mirar cómo estaban mis hormonas.
Unos días después llegaron los resultados y confirmaron lo que él sospechaba pero nadie nunca me había dicho: Mi acné lo ocasionaba un exceso de testosterona en mi cuerpo. Saber la causa y entender por qué llevaba tantos años con la piel brotada me hizo sentir mucho alivio y esperanza.
El médico me mandó un tratamiento de tres pastillas. Primero, Isotretinoína, que es una droga muy fuerte que seca la cara (y muchas más cosas, como los ojos, la boca, las manos) y acaba con el acné rápido. De esa tomé una dosis muy baja y solo la tomé durante dos meses y después de una semana ya me había limpiado la cara. Segundo, Aldactone, que es una droga creada para curar otras cosas pero que casualmente inhibe la producción de testosterona, entonces muchos dermatólogos la prescriben para acné hormonal en mujeres. Esas las tomé también solo durante dos meses. Y, finalmente, me mandó unas pastillas anticonceptivas llamadas Bellaface, que tienen una dosis fuerte de hormonas femeninas y son las únicas que sigo tomando.
En un mes ya tenía la piel que siempre había soñado. Fue mágico. Fue todo lo que siempre había querido. PERO…
Siempre hay un pero. Para tratar mi acné hormonal, se necesitan hormonas. Y los efectos secundarios de las pastillas me parecieron terribles, especialmente las migrañas hormonales y el síndrome premenstrual que venía acompañado de unas ganas de asesinar a quien se me acercara.
En 27 años de vida, yo nunca había experimentado cambios de temperamento durante mi ciclo. Tal vez era gracias al exceso de testosterona, pero yo era la misma persona los 28 días del ciclo. Pero ahora que tomaba pastillas anticonceptivas para mi acné, de la nada me daban ganas de llorar inexplicables, sentía oleadas de mal genio y fastidio y en general, sentimientos que no podía controlar.
Sin embargo, las seguí tomando porque me tenían la cara divina. Y las tomé juiciosa durante dos años. Hasta que el año pasado, cansada de tener que estar esclavizada tomando una pastilla diaria y cansada también de los cambios de humor, decidí dejarlas. Pensé «ya han pasado dos años, tal vez mis hormonas ya se organizaron y voy a tener la piel bien por siempre». Dos semanas después de dejarlas, volvieron los granos.
Durante los 4 meses que dejé de tomar las pastillas anticonceptivas, volvieron los granos y volvió el estrés de tener cosas en la cara que no podía controlar. Y me di cuenta de que definitivamente me causa más angustia tener acné que tener cambios de ánimo por culpa de las pastillas. Las dos posibilidades son una chanda, pero entre los dos males prefiero el que implica no tener granos.
A final de año volví a tomar las pastillas esperando que los granos desaparecieran. La situación sí mejoró pero no tengo la cara 100% limpia. Todavía me sale uno que otro grano, especialmente cuando me va a llegar el periodo. Entonces tuve que volver a donde mi dermatólogo y vamos a volver a hacer el mismo tratamiento de hace 3 años: Isotretinoína, Aldactone y Bellaface.
Como pueden ver, no sueno muy feliz. Y sí, tal vez esta no sea una historia con un final completamente feliz. La verdad es que es una historia en la que he tenido que hacer concesiones y he tenido que negociar conmigo misma qué prefiero. Ya acepté entonces que para tener la cara libre de acné, voy a tener que lidiar con los cambios de temperamento que las hormonas femeninas me causan. No es la solución ideal, pero la prefiero cien veces a tener acné. Además, me inventé un mantra cada vez que siento tristeza, rabia o fastidio inexplicables: «esto no soy yo, son las hormonas, esto no soy yo, son las hormonas». Así me recuerdo a mí misma que lo que siento está producido por algo externo y que debo lidiar con eso para poder tener algo que me hace feliz: una piel normal.
¿Ustedes tienen acné? ¿Es hormonal? ¿Cuál es su historia y cómo lo han tratado? Cuéntenme en los comentarios y armamos una red de apoyo acneística.
❤
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