
En la mayoría de librerías le regalan a uno un separador genérico con el nombre del sitio donde lo compró. Aunque esos separadores no tienen nada de malo, siempre terminamos dañándolos o botándolos porque no sentimos nada hacia ellos. Por eso nos gusta hacer nuestros propios separadores. Primero, porque leemos mucho (generalmente varios libros a la vez) y queremos diferenciarlos y tenerle un separador a cada uno. Segundo, porque al hacerlos a mano creamos un vínculo emocional con el separador y es menos probable que lo botemos. No sabemos si eso suena demasiado dramático pero no nos importa, esta semana estamos sensibles y queremos apegarnos a todo, eso incluye a los separadores de nuestros libros.


- Toma un pedazo de hilo de 30 centímetros y dóblalo por la mitad. Ponlo sobre una superficie limpia y plana (es importante que esta superficie no permita que la cinta se pegue totalmente, o sea, no lo hagas sobre papel). Pega un pedazo de cinta washi, por lado y lado del hilo. Deja 5 centímetros de hilo a la vista.
- Haz presión sobre los dos lados de las cintas para asegurar el hilo. Corta las punta de la cinta dándole una forma redondeada cuidando no cortar el hilo.
- Con las tijeras haz cortes diagonales muy seguidos a lado y lado de la cinta sin cortar el hilo. Así le darás el aspecto de pluma a la cinta.
- Una vez termines los cortes, dobla la cinta por la mitad y dale flexibilidad.
¡Y listo! A LEER (que por no hacerlo fue que perdimos el plebiscito).

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