Por: Natalie Boissard
Sí. En diciembre nos excedimos. Pero no creo en echarle la culpa de todo al combo natilla-buñuelos-trago porque las tres cosas las venden durante todo el año, aunque admito que no conozco mucha gente que coma natilla y buñuelos los otros 11 meses (menos mi mejor amiga, que traga buñuelos cada vez que puede). Y en cuanto al trago, pues bueno… para qué vamos a hablar.
Por eso, puede que la mejor actitud para afrontar un año nuevo no tenga nada que ver con lanzar afirmaciones como “En enero empiezo la dieta”, “El primero dejo el cigarrillo” o “Este año sí empiezo a hacer ejercicio” porque me he dado cuenta de que esas declaraciones, junto con sus fechas límite autoimpuestas, se convierten más en castigos que en cambios positivos. Si son como yo y se embarcan en una dieta súper restrictiva, terminarán por comerse una hamburguesa a escondidas, se sentirán mal y van a reiniciar su cuenta de “días que llevo sin ____” una y otra vez hasta que sea noviembre y se cansen y vuelvan a pecar y a tratar de redimirse el año entrante.
La cosa no debería ser tan complicada como frenar en seco y dejar de hacer por siempre lo que a uno le gusta. Este post no tiene instrucciones para dejar atrás las cosas que procuran placer, saben buenísimo o producen alegría. Este post, en cambio, es una selección de algunos hábitos que desde hace un tiempo he adoptado y que, en mi experiencia, sí son muy efectivos para tener siempre un buen año, a lo bien. En general, se trata de integrar pequeños cambios al día a día que eventualmente traerán resultados visibles y muy significativos: procesos sin darnos tan duro y tratándonos bien, como debe ser.
El primer hábito le ha sonado rarísimo a todo el que se lo cuento. Se llama Oilpulling y han pasado más de tres años desde que lo probé por primera vez (antes de que las Kardashian lo pusieran de moda). He leído un montón acerca del tema y, en resumen, es una técnica propia del Ayurveda (sistema de medicina ancestral de origen Indio) que consiste en hacer buches con aceite durante 20 minutos en ayunas cada día. La lista de beneficios es larguísima e incluso algunas fuentes argumentan que alarga los años de vida. Eso no lo sé y si quieren informarse más seriamente, los invito a googlear por horas. Pero lo que sí sé es que es una maravilla para limpiar y blanquear los dientes, la salud de la boca en general y la piel de la cara. Sé que no es un hábito fácil de incorporar a todos los días y empezar es algo incómodo. Pero para hacerlo más sencillo, recomiendo usar aceite de coco porque el sabor es más agradable (en realidad puede usarse cualquier aceite comestible, menos el de cocina, por favor) y destinar esos veinte minutos a un propósito simultáneo: tender la cama, desenredarse el pelo, lavar la loza o simplemente ser consciente de lo difícil que es quedarse en silencio por tanto tiempo y dar las gracias. Los lineamientos generales para no embarrarla son:
- Usar un aceite de buena calidad.
- Estar completamente en ayunas.
- Mover constantemente el aceite en la boca y NO pasarse ni una sola gota (porque la boca tiene un montón de bacterias que queremos expulsar y no tragarnos).
- Después de los 20′, botar el aceite en la caneca o en el inodoro, pero NUNCA en el lavamanos porque se puede tapar.
- Finalmente, enjuagar la boca con agua y lavar los dientes como de costumbre.
El segundo hábito es mucho más sencillo: tomar agua tibia con limón por las mañanas. Generalmente yo lo hago después del Oilpulling y antes del desayuno. El sabor no es el mejor del mundo, pero uno termina por acostumbrarse y vale toda la pena porque sus beneficios se sienten desde el primer día. Es la alternativa realmente saludable a tomarse un café por la mañana; en lugar de despertar el cuerpo a patadas, es mejor despertarlo con amor. Así, el estómago va a estar preparado y de buen ánimo para recibir lo-que-sea. También ayuda a tener blancos los dientes, la barriga más plana, la piel de la cara libre de granitos y a controlar la gastritis. Suena bien, ¿no? El secreto para que sus efectos sean esos es usar el limón completo, y no guardar la mitad para después (como hacen las mamás) porque desde que se corta hasta que se exprime, va perdiendo sus propiedades.
El tercer y último hábito no tiene nada que ver con la comida pero es el que más tiempo he aplicado y el que más me gusta: Llevar un diario. Podría extenderme y contar todo lo que los diarios han hecho por mí a través del tiempo, pero seré breve y diré que no hay nada mejor que empezar a ser consciente de los procesos propios. Espero no sonar demasiado hippie, pero escribir no sólo acerca de las tristezas y las tusas, sino también de la cotidianidad y todo lo que a uno se le ocurra es fabuloso. Duele, pero también cura. Deleuze decía que escribir es dar fe de la vida y sí, eso es. En cuanto a mis diarios, espero que algún día pueda convertirlos en material más o menos serio y volverme millonaria.
Nada de lo que les he hablado les promete cosas que alguien más tiene y creo que es necesario que así sea: menos que nos digan cómo debemos ser y más cultivarnos a nuestro propio ritmo. Ojalá estos tres hábitos les ayuden a alcanzar todo lo que se propongan, sea mudarse a otro país o tener los dientes más blancos, porque ningún sueño es chiquito.
Ilustraciones de Susana Velasco
Deja una respuesta